No pocas familias de los barrios pobres de Bogotá, entre otras zonas, se hallan sumidas en un profundo y singular dolor por las desapariciones forzadas y posteriores crímenes de que han sido objeto sus hijos. Estos actos de monstruosa violencia parecen obedecer más a una calculada estrategia de desaparición forzada con fines criminales promovidas por el ejercito, nada raro dado su historial de violación a los derechos humanos y al Derecho Internacional Humanitario, que a abiertos procesos de reclutamientos adelantados por las re-emergentes o más bien nunca extinguidas o desmovilizadas bandas de narcoparamilitares, las cuales por cierto siguen no sólo intimidando y desapareciendo a importante líderes de los movimientos sociales en Colombia, léase sindicalistas, estudiantes, campesinos, indígenas y miembro de las negritudes, sino cultivando importantes nexos tanto con las Fuerzas Militares como con altos funcionarios del Gobierno, entre ellos no pocos ubicados en el corazón del poder: la Casa de Nariño.
Los jóvenes que han sido desaparecidos y han terminado asesinados por ahora suman 48 personas en lo que va corrido de este año. Éstos graves hechos y los cuales algunos sectores de la prensa no han dejado de tildar como confusos, ofrecen, sin embargo, algunos elementos tantos claros como comunes y los cuales merecen ser tenidos en cuenta en la perspectiva de comprender de forma meridiana lo sucedido. Así, por ejemplo, 19 fueron los jóvenes desaparecidos en Bogotá y Soacha entre enero y agosto del presente año y que fueron sacados de sus casas con la excusa de proporcionales un trabajo fuera de la ciudad.
Tan sólo dos o cuatros días habían transcurrido desde el momento de haberse reportado su desaparición cuando éstos habían entrado como occisos a Medicina Legal en la provincia de Ocaña, Norte de Santander, a 700 kilómetros de la capital. El reporte de la Brigada Treinta con sede en esta misma jurisdicción del país y comandada por el General Paulino Coronado en su día ---y así lo ratificó hace poco— fue que, los muertos en combate eran miembros de un grupo paramilitar – ocho al menos—y uno del ELN, y que los mismos se habían producidos en los municipios de Ábrego, Villa Caro y Ocaña.
Los jóvenes que han sido desaparecidos y han terminado asesinados por ahora suman 48 personas en lo que va corrido de este año. Éstos graves hechos y los cuales algunos sectores de la prensa no han dejado de tildar como confusos, ofrecen, sin embargo, algunos elementos tantos claros como comunes y los cuales merecen ser tenidos en cuenta en la perspectiva de comprender de forma meridiana lo sucedido. Así, por ejemplo, 19 fueron los jóvenes desaparecidos en Bogotá y Soacha entre enero y agosto del presente año y que fueron sacados de sus casas con la excusa de proporcionales un trabajo fuera de la ciudad.
Tan sólo dos o cuatros días habían transcurrido desde el momento de haberse reportado su desaparición cuando éstos habían entrado como occisos a Medicina Legal en la provincia de Ocaña, Norte de Santander, a 700 kilómetros de la capital. El reporte de la Brigada Treinta con sede en esta misma jurisdicción del país y comandada por el General Paulino Coronado en su día ---y así lo ratificó hace poco— fue que, los muertos en combate eran miembros de un grupo paramilitar – ocho al menos—y uno del ELN, y que los mismos se habían producidos en los municipios de Ábrego, Villa Caro y Ocaña.
2 comentarios:
muy bueno el blog
jorge ponele 9 (nueve)
muy buenas las imagenes y originales.
Medina 3ºN
esta muy buenoo el blooggg
jorge poneles 10!" que son re buenos
el tema del que habñan es muy interesante
den=)
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